jueves, 4 de octubre de 2012

En honor al Día Internacional de la No Violencia.


Quiero hacerle honor al Día Internacional de la No Violencia, que se celebra cada 2 de octubre desde 2007, en conmemoración del nacimiento de Mahatma (“Gran Alma”) Gandhi. Gandhi fue un hombre extraordinario. Quiso enseñarnos lecciones que, por nuestra naturaleza de humanos (o bien podríamos decir inhumanos) no fuimos capaces de aceptar ni adoptar. Han pasado los años y seguimos viendo cómo el mundo se desgarra en pedacitos, haciendo la Guerra y proclamando la violencia, muchas veces en nombre de “crear la paz” o lograr la independencia. Pero Gandhi lideró el movimiento independentista– que finalmente logró su objetivo al separarse de Inglaterra– bajo la única filosofía del pacifismo y la no violencia. Luchó por el respeto a los derechos civiles y a la libertad, por la expansión de los derechos de las mujeres, por el respeto y la tolerancia étnica y religiosa, y, sobretodo, por la paz. Hizo todo esto con la firme convicción de que el mundo no es para la guerra, sino para la paz. Quiso recordarnos que así como somos capaces de hacer el mal, somos aún más capaces de hacer el bien, de pasar por el mundo dejando una marca de amor y de bondad. Y fue él quien terminó asesinado por un disparo. Él sabía lo que todos los hombres sabemos, pero fue uno de los pocos en dedicar su vida a defender ese principio: hacer la paz siempre va a ser más difícil que hacer la guerra, pero no por eso podemos dejar de intentar.
La lección de vida que fue– y debe seguir siendo– una de las figuras más influyentes y respetadas de nuestra historia busca plasmarse desesperadamente en nuestro día, para recordarnos que la mejor manera de lograr un objetivo es trabajándolo con paciencia, perseverancia y no-violencia. En este sentido, toda revolución que se respete debería partir de la voluntad de generar un cambio sin causar daños y dejar los estragos de la violencia en el camino. Para mí, la revolución que se fortalece en el odio y la confrontación es, a toda costa, falsa y mal intencionada.
Es por esta razón que desconfío de las “revoluciones” autoproclamadas que llevan la marca del Socialismo del Siglo XXI. Más aún, es por esto que desconfío de la mal denominada “revolución ciudadana”, pues si fuera, en efecto, una revolución ciudadana, no habría cultivado el odio y la polarización en los que hacemos el Ecuador. El pasado domingo 30 de septiembre, El Comercio publicó la carta enviada por la Presidencia de la República y firmada por el Secretario Nacional de Comunicación, en la que se pretende acceder a la información de aquellos lectores que publican comentarios ofensivos en la versión digital del diario. La gran hipocresía, sin embargo, es que se restringirá y rastreará solamente el comentario emitido por aquellos que atacan al gobierno.
Es verdad que la violencia que plaga las versiones digitales de todos los medios del país tienen que ser reguladas de alguna manera, lo vengo diciendo desde hace tiempo. En nombre de la “libertad de expresión” no se puede insultar ni proferir insultos, porque lo que más se hace en ese caso es violentar y deshonrar a ese derecho que a veces lo utilizamos tan mal. Personalmente, me disgusta profundamente leer los desconsiderados ataques proferidos, de lado y lado, en los medios online. Pero, reitero, esto sucede en todos los medios, y es una tremenda injusticia buscar un solo culpable, especialmente cuando se castiga la violencia de la oposición, más no la de los allegados al gobierno.
El peligro que está atravesando el país es éste, precisamente: desde el Palacio de Gobierno se está alentando a la violencia y al odio. No busco ser partidista, mucho menos injusta, pero muchas veces son aquellos acérrimos defensores del gobierno los más groseros, y los más violentos. Me pregunto, entonces, ¿por qué el gobierno no está haciendo nada por actuar sobre ese frente? Quizás si no estuvieran tan aferrados al poder, tan paranoicos porque se dan cuenta de su vulnerabilidad e inmortalidad, no tuvieran que recurrir a los insultos y al desprestigio de la ciudadanía entera. La práctica de la violencia ejercida desde la propia Presidencia es, sin lugar a dudas, la característica que más se debe repudiar y reprender, y la razón por la que hay que pensar profundamente antes de depositar la confianza en un gobierno que enseña a sus ciudadanos a violentar a aquellos que no piensan como él.
Quien se engañe pensando que “sólo está diciendo lo que piensa” o que los insultos y el odio no son violencia, le está haciendo un mal enorme al país. Esa ceguera ante lo que verdaderamente está sucediendo nos hace cómplices de la violencia. Violencia no es sólo maltratar a la mujer y a los hijos– (asuntos que, dicho sea de paso, son de una gravedad enorme en nuestro país y que deberíamos revisar y analizar profundamente, ya que son ellos los motores reales del cambio en el camino hacia la paz)– o descuidar a los animales e irrespetar por completo a la naturaleza. Violencia es creer que tenemos el derecho de imponer sobre los demás la obligación de pensar igual que nosotros y de aceptar nuestras premisas sin poder cuestionarlas. También es violencia creernos insuficientes e inseguros como personas, lo que nos lleva a ejercer aún más violencia sobre otros para así sentirnos más confiados y poderosos. Violencia es aferrarse al poder sin darse cuenta de que es de ahí de donde más surgen los deseos de imponer más violencia. Violencia es deshonrar a la paz, a la bondad y a la tolerancia.
¿Tenemos derecho de pensar lo que queramos? Sí. ¿Pero tenemos derecho de profesarlo? No. Por lo menos, no siempre. No cuando se hace daño a los demás y cuando está en juego la herramienta más elemental de la democracia: el respeto y la tolerancia. Aún si no respetamos a los que piensan diferente, debemos aprender a tolerarlos. Y si no podemos hacer eso, entonces ignorémoslos. Pero no contribuyamos a empeorar las cosas, a avivar las discusiones encarnizadas que estamos mal aprendiendo de la figura más poderosa del país (y no por ello la más importante).
Por el Día Internacional de la No Violencia, me comprometo a honrarlorecordando las palabras de Gandhi sobre la verdad y la no violencia como los conceptos más plausibles y reales del mundo: “La no-violencia es la fuerza más grande a disposición de la humanidad. Es más poderosa que la más poderosa arma de destrucción concebida por el ingenio del hombre… La no-violencia no es una prenda a poner y quitar a voluntad. Su lugar está en el corazón, y debe ser una parte inseparable de nuestro ser.”Y tú, ¿qué vas a hacer por la no violencia? 

Por: Andrea Proaño
EL VOCERO

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